El móvil, el ordenador, la cámara de fotos o la tableta son dispositivos que, hoy por hoy, forman parte de la vida cotidiana y que, al funcionar con baterías, tienen que ser cargados con cierta frecuencia debido a su uso generalizado.
Por ello, el empleo de cargadores universales está cada vez más extendido, sobre todo a la hora de viajar o trasladarse, ya que evitan el tener que llevar un dispositivo para cada aparato. Y mucho más en el caso de los cargadores solares gracias a las múltiples ventajas que ofrecen, entre las que destacan:
- Favorecen un mayor ahorro económico y energético porque no dependen de ninguna red eléctrica sino, simplemente, de que les incida directamente la luz del sol durante un tiempo determinado.
- No requieren ningún tipo de mantenimiento especial, más allá del que se le pueda conceder a cualquier otro cargador –conviene no exponerlo a temperaturas excesivamente frías y, sobre todo, no mojarlo-.
- La velocidad de carga es la misma que se consigue con cualquier transformador estándar, aunque es necesario colocarlo con una buena orientación hacia el sol y conseguir una buena incidencia de la luz.
- La mayoría de los modelos suele incorporar una batería interna ya que, aunque su funcionamiento es preferentemente a través del sol, ofrecen la posibilidad de conectarse a la red eléctrica en caso de necesitarlo por la falta de luz.
- Los precios pueden oscilar entre los 20 y los 90 euros en función del formato y los accesorios que presenten, ya que algunos forman parte de maletines, mochilas, carcasas protectoras, etc. y, aunque a priori parezcan más elevados que los de los cargadores tradicionales, su funcionalidad asegura una mayor rentabilidad.
- Además, estos accesorios permiten realizar recargas prácticamente en cualquier espacio y situación –por ejemplo, mientras se pasea a pie o en bicicleta o si se realiza cualquier tipo de actividad al aire libre-, por lo que se amplían aún más sus usos y posibilidades y, por supuesto, la autonomía de los diferentes dispositivos electrónicos.
- Las garantías que ofrecen los fabricantes suelen ser de dos años, pero la durabilidad del transformador puede alcanzar hasta los 25 años, aún cuando se le someta a un uso constante.